17 janeiro 2007
Outro tema que me faz pensar
in "El País" on line de hoje
REPORTAJE
El final de la vida
"Quiero dejar de no vivir"
Madeleine Z., de 69 años, sufría una grave enfermedad progresivamente paralizante.
Se quitó la vida, durmiéndose, el viernes pasado en su casa de Alicante. Militaba por el derecho a una muerte digna. Le acompañaron dos voluntarios de su grupo proeutanasia.
Temía quedarse totalmente inválida.
Éste es el relato de su decisión.
"Creo que no se me olvida nada. La carta al juez, los papeles, está todo.
¡Inshallah!".
Madeleine se levanta trabajosamente de la silla de ruedas, y, al abrir la cama, la estira con sus manos vencidas. Nunca pudo soportar las arrugas en las sábanas. Se quita las gafas y se atusa el pelo canoso, brillante, para tumbarse. "Estoy feliz, y contenta de tenerles aquí", sonríe.
El primero en abrazarla es Jorge, un voluntario de la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD): "Madeleine, se muere como se vive", le dice al oído. Luego la besa Leonor, la otra voluntaria. Se sienta en la cama y la mira, los ojos demasiado brillantes.
La mujer se echa boca arriba, y se arropa, la lengua más torpe: "Huy, estoy en una nube... pero contenta... de verdad. Me voy a dejar ir despacito..."
-Como una señora- le contesta Jorge, a los pies.
-Estoy muy bien...
Levanta un momento las manos sobre la cara y las deja caer sobre el embozo. Comienza a roncar suavemente.
-Buen viaje, Madeleine. Vete en paz.
Esta escena ocurrió la noche del viernes 12 de enero, en un modesto segundo piso sin ascensor frente al Mediterráneo. La casa de la mujer.
Quince minutos antes, Madeleine Z., una viuda de origen francés de 69 años había cambiado su pijama de raso por uno viejo y cómodo, de algodón color lila. Había rebañado un vaso, torpemente -sufría de una dolencia progresivamente paralizante y fatal, la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), que debilita los músculos- en el que mezcló con helado un polvo verdoso (unos fármacos molidos que guardaba en un táper).
"No puedo decir que sea mi postre preferido", anunció, mirando pícaramente por encima de las gafas, con una mueca de asco.
Los dos voluntarios enviados por DMD (cuyo nombre es supuesto, su anonimato fue requerido por la asociación) habían llegado cuatro horas antes para acompañar a la mujer, una de los 2.000 socios del grupo, en su "autoliberación".
Así llama la federación pro eutanasia al suicidio cuando el enfermo está en una situación terminal o con padecimientos que juzga insoportables. Y que tiene la voluntad firme, inequívoca y mantenida en el tiempo de poner fin a su vida. Como Madeleine. "Quiero dejar de no vivir. Esto no es vida", repetía.
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